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sábado, 26 de enero de 2013

HISTORIA DE UN CAMINO A LA FELICIDAD.


Desde que el hombre está en este mundo ha intentado regular su vida en sociedad a través de normas. Unas veces estas normas se fundamentarían a través de cuestiones místicas, otras de fenómenos naturales y otras mediante la razón. Pero la verdad es que todo lo dispuesto para regular esta convivencia ha sido fruto de la creación de la mente del hombre, desde las normas de Derecho hasta la mismísima religión, sea la que sea.

Religión o Derecho siempre estuvieron ligados al Estado como herramientas de poder y control del pueblo, y aunque ambas fueron creadas con motivo de buscar el fin último de la existencia del hombre, la Felicidad, ambas fracasaron estrepitosamente.

Hubo una etapa de la historia, en la que un hombre llamado Jesús ideó un sistema político-filosófico revolucionario, el cristianismo. Su base ideológica fundamental para alcanzar la felicidad era el altruismo, la bondad y amar al prójimo más que a uno mismo. En su camino de construcción ideológica-filosófica, separó la búsqueda de la felicidad de las funciones propias del Poder (la convivencia), llegando incluso a manifestar: “dejad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Estas teorías trajeron no pocos problemas a aquellos que osaron buscar la felicidad a través de la práctica de las teorías de Jesús. Pero, aquellas personas alcanzaron la felicidad. Su principal tesoro era el prójimo, practicaban una vida espartana sin lujos, el altruismo fue su bandera y antepusieron su forma de vida al mismísimo Estado. Sus escasos medios económicos derivados de su vida espartana y altruista, unido a la creencia de que las cosas del César no tenían que ver con ellos, hizo que hasta dejaran de pagar impuestos al creer no necesitar a los gobernantes para alcanzar su fin último, la Felicidad.

Transcurrieron no pocos años de persecución y matanza por parte del imperio sobre aquellos que osaron profesar semejante doctrina, a pesar de que satisficiera el fin último de sus existencias. Estas personas se habían convertido en la lacra del sistema y lo peor es que, ante la imposibilidad de obtener la felicidad a través de los mecanismo del Estado, se unieron con los años muchos más. La situación ya era insostenible para el imperio. No podían ya con personas que hasta les daba igual morir en defensa de sus creencias, y entonces, se encendió la bombilla del imperio: “si no puedes con el enemigo, únete a él”. Pero hicieron mucho más que eso.

La simple teoría político-filosófica creada por un hombre culto, bondadoso y magnánimo se convirtió de la noche a la mañana en la herramienta más efectiva del imperio para controlar a las masas. Aquellos hombres que consiguieron la felicidad a través de su práctica, fueron despojados de la titularidad de su propia doctrina y afiliados a un Estado que no les daba lo que necesitaban. El cristianismo ya no sería más una práctica altruista, cuestión que tantos quebraderos de cabeza les trajo al imperio a consecuencia de la objeción de los antiguos cristianos a contribuir a la arcas. Tampoco sería una doctrina bondadosa ya que, su fin principal se convertiría en fortalecer al Imperio. Tampoco estaría ya dentro de las teorías de la nueva religión del Imperio amar al prójimo más que a uno mismo, estando incluso en peligro de muerte todo aquel que estuviera fuera de la línea de pensamiento del nuevo arma del Imperio.

En el año 380 d.C., con el Edicto de Tesalónica, la doctrina libre que iluminaría las líneas internas a seguir por las personas para encontrar la felicidad, la Religión Cristiana, pasó a ser la doctrina de un Imperio que sometería a las personas en beneficio de los intereses del Poder: la Religión Católica y Apostólica Romana. Las imágenes, cultos y fiestas paganas fueron adornadas con los aires de la nueva doctrina, dejando esta de ser lo que un día fue. La nueva doctrina ya no necesitaba a los hombres para existir, tenía autonomía y bienes propios, así como una jerarquía de notables que defenderían con uñas y dientes su nueva situación de privilegio. Acababa de nacer un monstruo al que llamarían Iglesia.

En la historia reciente, han existido maniobras más que cuestionables de la Iglesia Católica, Apostólica Romana en cuanto al altruismo. Para muestra el último cambio del Padre Nuestro en el que se recitaba: “…y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores…”. Ahora se lee así: “…y perdónanos nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden…”. Ante el temor del Estado de que en épocas de crisis a alguien se le ocurriera acogerse a la interpretación del padre nuestro para objetar de sus deudas, la Iglesia aceptó cambiar la letra de la oración, dando una muestra más de que el altruismo no es una característica que defina sus líneas doctrinales, haciendo, como siempre, lo que más le conviene al Estado, a usureros y a especuladores.

Y así, el pueblo llano volvió a ser engañado de nuevo.

La gente se mata entre sí por ideologías y creencias que no son lo que creen que son. El Poder manipula las ideas de la gente para su beneficio, incita a las guerras para tener enfrentados a todos, generan las crisis económicas, mientras ellos se benefician de esa situación. Todos somos seres humanos que, una vez despojados de las ideologías impuestas, somos iguales, sin distinción.

En definitiva, cuando empecemos a mirar por el prójimo tanto como lo hacemos por nosotros mismos, quizá empecemos a sentir la felicidad que alcanzaron aquellos valientes que vivieron antes del Edicto de Tesalónica.


Miguel Ángel Escobedo Cortés

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